Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.

Thursday, December 2, 2010

"Llega la muerte y todo lo bazuca", nos dijo el gran Quevedo. Ayer anduvo por aquí y me borró todo lo que había empezado a escribir.

Antes había más plumas que ahora: generosísima, Nancy publicó un libro irrelevante en una colección que supo llamarse "La pluma en el aire" e hizo que el joven autor se creyese un poeta.
Broglia, traducido como Rodin (una exageración, ¿no?, afirmarán los filisteos), quedó muy triste porque el libro fue ilustrado por Nelson Ramos y no por él, que era como el hermano del "poeta". Broglia en aquellos años era en verdad Enrique, Enrique Fernández; después sería Enrique Fernández Broglia y ahora es simplemente Broglia.

Olga insistía que aquel árbol en donde resplandecía el sol en la plaza de Mixcoac era un aguaribay. Ida y Valerio dudaban y proponían que se consultase a Juanele. Pero al fin se dejaron convencer por Olga.

Olga entra a Santa Maria Novella y se arrodilla ante el altar. Sin Valerio. Pero no está sola. Una paloma blanca brota de su cabeza y aletea y vuela y deja caer plumas sobre las cabezas de los otros pocos fieles que la rodean. Estamos y somos, para siempre, en la gloria de una florentina tarde de verano.

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