Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez del haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel––dijo don Quijote.
Y aún así le dije a Enrique Fierro, simpatizante de los rinocerontes––Tomemos prestada la pelota de ping-pong de nuestros amigos Lorenzo y Margarita, y aquí escribámonos y traduzcámonos el uno al otro. Pero, tejamos reversos, traducciones traidoras, como falsos amigos, des faux amis que se miran, pero no se reconocen.

Sunday, December 19, 2010

Cuando ibas a tratar de traducir lo que profetizara San Malaquías se oscureció la pantalla de la computadora y enmudeciste por varias noches. Al fin recuperaste la voz y llamaste por teléfono a Manning para explicarle tu silencio, pero no hiciste otra cosa que hablarle de Alberto Savinio, de su hermano Giorgio y de Narcisse Virgilio Díaz de la Peña.

Habrá que recurrir al Inspector Montalbano para saber algo más de Empédocles y, de paso, de los caballos blancos de Agrigento a los que se refiere Plutarco cuando escribe sobre el vencedor de la Olimpiada XCII. Y habrá que recurrir a Fidel Sclavo, que a todo atiende y todo lo entiende, para que explique cómo hace para leer lo que nunca nadie escribió.

Te tienta recordar a Aldo Pellegrini y saltar, Novalis mediante, hasta Pascal. Pero es mejor que no sigas: ya es muy tarde y antes de dormir tienes que ir a visitar a tu tío Floro, que quiere compartir contigo "El fantasma del buque de carga".

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